Evolución de la Psicología: Cambios conceptuales y perspectivas futuras

Luí­s Dante Bobadilla Ramí­rez
Universidad de San Martí­n de Porres Lima, Perú.

Resumen

A través de un rápido y breve recorrido histórico se analizan las diversas concepciones que se han adoptado en el campo de la psicologí­a. Se estudia básicamente la aparición de la psicologí­a como ciencia, revisando las concepciones de ciencia, conocimiento y psicologí­a, tratando de explicar el origen del giro conceptual que llevó a la gran crisis de la psicologí­a en el siglo XX, y procurando vislumbrar el futuro que le espera a la psicologí­a.

Palabras clave: Psicologí­a cientí­fica, objeto de la psicologí­a, conductismo, psicoanálisis, ciencia de la conducta, ciencia cognitiva, Skinner, historia de la psicologí­a, crisis de la psicologí­a.

La construcción de conocimientos en la psicología no ha sido ajena al discurrir general de la humanidad en sus perspectivas cognoscitivas, formas y valores; más bien, las ha reflejado plenamente. Bastaría recorrer el camino de transformaciones que ha sufrido la partícula griega traducida al latín como psyché y al castellano como psique- para reconocer las diferentes formas que ha ido adquiriendo la psicología. Desde luego, tales mutaciones no se han producido en otro lugar que no sea en la mente de las personas y en virtud del contexto general que su cultura adopta en cada etapa de la historia. Esto quiere decir, visto de otra forma, que la cultura es, en última instancia, una estructura cognitiva de carácter social que determina las disposiciones cognitivas individuales de las personas.

La partícula psique

La transformación del concepto vinculado a la partícula psique empieza desde los tiempos griegos, con el debate entre Platón y Aristóteles, debate que en cierta forma se mantiene a lo largo de toda nuestra historia, es decir, entre la visión que otorga prevalencia a las formas ideales que se generan en la conciencia y aquella que se la concede a los procesos naturales que se desarrollan en los órganos. En todo este tiempo no solo han estado cambiando la naturaleza de estos fenómenos, sino sus formas explicativas, así como sus métodos de exploración, paralelamente a la concepción y valoración del problema en el medio científico y filosófico. Pero, además, ha dependido mucho de la visión que la humanidad fue adoptando con respecto al hombre en general y al conocimiento en particular. La conquista del conocimiento científico, por ejemplo, fue un logro que se produjo específicamente en virtud del empeño por conocer el cosmos y la naturaleza, hasta que el triunfo de la física y la química a finales del siglo XIX, sumados al impacto social de la teoría de la evolución, llevaron a establecer el modelo cognoscitivo propio de las ciencias naturales como la forma definitiva del conocimiento humano. Adicionalmente, apareció «la ciencia» como una forma autónoma e independiente de preceptos cognoscitivos. En buena cuenta, la ciencia fue arrancada de la física y convertida en una ideología que dictaba los cánones del pensamiento y del proceder científico en cualquier escenario de estudio, lo que, desde luego, terminó afectando la construcción de la psicología como proyecto científico. En realidad, no existe la ciencia, así en abstracto, lo que existe es una variedad de disciplinas científicas diferenciadas por su escenario y enfoque. Cada una de ellas debe construir sus propios preceptos científicos, esto es, una ontología adecuada a las formas materiales que estudia, una epistemología apropiada a los hechos o fenómenos de su escenario y una metodología y tecnología que faciliten sus descubrimientos. En la ciencia, como en cualquier otro contexto, no vale copiar. La construcción de una psicología científica implica recorrer los pasos que hemos descrito, y no simplemente asumir los preceptos de la física ni de las ciencias naturales, sin atender las complejidades propias y exclusivas del escenario humano.

La actividad científica en la Psicología

El hecho es que se irguió la imagen de una ciencia como modelo a seguir. Este formato del saber era objetivo, empírico y basado en leyes universales descubiertas en las regularidades percibidas por los hombres. Auguste Comte (1798 – 1857) proclamó a la ciencia prácticamente como una nueva religión laica, que sería la respuesta a todos los males de la humanidad. Fue el principio de lo que luego sería el cientificismo como ideología y doctrina. Paulatinamente, la actividad científica fue convirtiéndose en una búsqueda incesante de leyes para edificar su evangelio. Comte propuso a la Sociología como la encargada de descubrir las leyes de la sociedad. Karl Marx (1818 – 1883) anunció las leyes que rigen la historia, Sigmund Freud (1856 – 1939) anunciaría las leyes de la mente, B. F. Skinner (1904 – 1990) las leyes de la conducta de todos los organismos, incluidos los seres humanos, y así sucesivamente una larga colección de leyes cubriría el repertorio científico relativo al hombre, durante un período en el que las visiones del mundo se trastocaron y, al cabo del cual, la fe en esta clase de ciencia se fue disipando. Algunas de estas expresiones científicas acabaron en entredichos con filósofos y científicos, algo que no había ocurrido antes. La ciencia había sido criticada, pero desde afuera, desde la religión, por ejemplo, pero nunca desde adentro.

Fue en este período que la psicología tuvo que ser prácticamente reinventada según los nuevos cánones. Así, partiendo de determinados descubrimientos bastante específicos y hasta simples, se irguieron las bases de las nuevas concepciones de psicología. Primero fue Pavlov (1900) quien, a partir del descubrimiento de asociaciones entre ciertos estímulos y la salivación de los perros, expresó su convicción de que la conducta del hombre -como el de cualquier otro animal- podía ser explicada desde simples asociaciones nerviosas, sin recurrir a ningún otro tipo de explicaciones. Pavlov llegó a negar la necesidad de recurrir a explicaciones psicológicas, incluso prohibió a sus colaboradores el empleo de expresiones tales como «el perro recordó», «el ardiente deseo de comer», etc. (Vygotski, 1930). Es decir, la fisiología se tragó a la psicología bajo la convicción de que lo psíquico podía explicarse por lo fisiológico.

«Gracias a su gigantesco trabajo, los fisiólogos y naturalistas rusos alcanzaron la única teoría exacta, la del materialismo filosófico, afirmando la unidad dialéctica de lo fisiológico y lo psíquico. En los trabajos de Setchenov y Pavlov, esta teoría de la unidad del espíritu y del cuerpo recibe su prueba irrefutable, basada en las ciencias naturales».

Kochtoyiantz, 1924

La ciencia de la conducta

Skinner (1939), luego de estudiar el comportamiento de ratones y palomas en experimentos muy concretos, estableció igualmente que cualquier forma de conducta animal, incluida la del hombre, podía explicarse mediante la acción de condicionamientos operantes. Esto fue presentado en sociedad como la nueva «ciencia de la conducta», aunque luego adquirió forma de psicología en función a las nuevas concepciones de la época. Así fue que, finalmente, en medio de este ambiente, se le cambió a la psicología su histórica definición para adoptar la novedosa forma de «ciencia de la conducta».

Estas formas de psicología naturalista equiparaban al hombre con los demás animales, en un mundo natural estudiado por una única ciencia que usaba un único enfoque cognoscitivo en el que el ser humano carecía de cualquier prerrogativa. Ni siquiera el hecho de haber generado la ciencia, contaba a su favor. Vygotski llamaba a estas formas «psicología animal» por cuanto su saber lo obtenían a partir de experimentos con animales y pretendían aplicarla a cualquier conducta animal. Esto significó un cambio radical en la concepción de lo que era la psicología, porque los hechos a explicar ya no le pertenecían al hombre, no eran propios del hombre como hombre. En la misma época, Vygotsky no se opuso a que pudiera existir una fisiología cerebral ni una tal «ciencia de la conducta», pero sí lamentó que se confundiera todo esto con psicología, pues consideraba que la psicología era el estudio de los procesos mentales y no de otra cosa:

«La psique, la conciencia y el inconsciente representan no solo tres cuestiones psicológicas centrales y fundamentales, sino que son, en mucho mayor grado, cuestiones metodológicas, es decir, cuestiones relativas a los principios de estructuración de la propia psicología como ciencia… Es solo a partir de la introducción de estos conceptos cuando se hace posible en todo su sentido la psicología como una ciencia independiente, capaz de unir y coordinar los hechos de la experiencia en un determinado sistema… El destino de nuestra ciencia depende de cómo se resuelva esta cuestión fundamental para ella».

Vygotski, 1930

Desde luego, Vygotsky era consciente de que tales problemas centrales no estaban al alcance de la ciencia naturalista de la época ni podían resolverse solo experimentalmente, y sospechaba que este enfoque no era el más adecuado o, por lo menos, no el único; y, aunque no se opuso a usarlos, siempre tuvo en claro que era preciso no perder de vista las cuestiones fundamentales de la psicología. Básicamente, estos problemas no debían desaparecer a causa del método.

«Estamos ante una cuestión filosófica que es preciso resolver teóricamente antes de que podamos ocuparnos de explicar hechos concretos».

Vygotski, 1930

El sesgo reduccionista del enfoque de investigación naturalista

Un viejo dicho reza que quien tiene un martillo ve todo como un clavo. Algo similar ocurrió con el uso del método científico naturalista, ya que generó la convicción de que todo podía ser explicado desde su enfoque. Pronto esta actitud tomó forma ideológica y derivó en el cientificismo como la expresión dominante de nuestra cultura, afectando el desarrollo de todo proyecto cognoscitivo. La ciencia concebida como positiva, empírica, objetiva, mecánica y determinista, basada en leyes universales, se extendió hasta los dominios de la historia, la sociología e incluso, la religión. Y, desde luego, llegó a la psicología.

En realidad, el efecto de las ciencias naturales en la psicología había empezado modestamente mucho antes, en el estudio de meros constructos populares a los que se les aplicó el «método científico». Un buen ejemplo es el trabajo de uno de los personajes más pintorescos de la historia científica, Sir Francis Galton (1822 – 1911) creador de la «inteligencia» como objeto de estudio. Comprometió en su empresa al estadístico Karl Pearson, cuyo trabajo influyó en su colega Charles Spearman, y al final de todo esto emergió la primera «teoría de la inteligencia» fundada esencialmente en el tratamiento de datos por métodos estadísticos, lo que a la larga constituyó el gran salto de la psicología hacia la racionalidad matemática y su dependencia de la estadística. Simultáneamente, Wilhelm Wundt (1832 – 1920) se devanaba los sesos pensando como crear una nueva forma de psicología, compatible con el moderno enfoque científico del saber. Sus preocupaciones en ese sentido lo llevaron a establecer en 1879 el primer laboratorio destinado al estudio experimental de fenómenos psicológicos, entre ellos la conciencia, pues él nunca dejó de lado los conceptos de mente y cultura. Fue entonces el primer hombre que asumió la cuestión de la mente como un problema científico, aunque su nombre haya pasado a la historia sólo por la eventualidad de haber fundado un laboratorio. Es la única imagen que el cientificismo naturalista rescató de él.

El Manifiesto Conductista

Otro hecho fundamental para el cambio de giro conceptual en la psicología fue la aparición del «Manifiesto Conductista» de Watson (1913), considerada por muchos como el verdadero momento en que la psicología adquiere rango de ciencia. Desde luego, se trataba de una ciencia mecánica, objetiva y empírica, con un modelo cognoscitivo que supone la renuncia del ser humano en la construcción del conocimiento para someterse a los hechos objetivos de la realidad, como simple observador que da cuenta de lo que ocurre. La visión predominante por entonces era que el hombre sería como una placa fotográfica sobre la que se imprime la realidad. El conocimiento llega del mundo exterior y el hombre no hace más que aprenderlo. Se trataba prácticamente de la sustitución del hombre por la realidad. Una realidad concebida como algo en lo que el hombre no interviene en su construcción ni en su comprensión. Una realidad esencialmente plana donde no había más que objetos y animales a los que se les podía considerar igualmente objetos explicados por la física o por la biología que, en última instancia, era también una ciencia física y química. Bajo este tipo de visiones, Watson llega a proponer que la psicología debería convertirse en física, e imitarla en el estudio de los hechos objetivos y nada más. Desaparecieron así los hechos humanos, individuales y sociales, los fenómenos psíquicos y hasta los procesos culturales, y todo quedó reducido a hechos objetivos, que debían ser registrados minuciosamente sin ningún tipo de interpretación, solo registrados hasta descubrir una relación de causalidad que saltaría por sí sola como una liebre acosada por el escrutinio científico. En este caso fue la física la que se tragó a la psicología totalmente. Y siguiendo las tendencias culturales de moda, Watson condenó al destierro todo lo que no pudiera ser explicado desde esta perspectiva. Así que todo lo psíquico o mental fue descartado del escenario científico, es decir, todos los viejos y centrales problemas psicológicos desaparecieron de la visión de la ciencia debido a esta moderna perspectiva; pero no solo fueron abandonados, sino que se les estigmatizó, profetizando su desaparición. Se escribieron teorías para demostrar que tales problemas no existían en la realidad. Se relegaba todo el problema de la mente al plano de la mera fantasía popular.

«I believe that ‘consciousness,’ when once it has evaporated to this estate of pure diaphaneity, is on the point of disappearing altogether. It is the name of a nonentity, and has no right to a place among first principles. Those who still cling to it are clinging to a mere echo, the faint rumor left behind by the disappearing ‘soul’ upon the air of philosophy (…) For twenty years past I have mistrusted ‘consciousness’ as an entity; for seven or eight years past I have suggested its non-existence to my students, and tried to give them its pragmatic equivalent in realities of experience. It seems to me that the hour is ripe for it to be openly and universally discarded» .

William James, 1904

Evidentemente, desde el enfoque naturalista adoptado no se podían concebir muchos problemas propios del escenario humano. La única manera de entender este giro tan radical en la concepción de la psicología, a la hora de asumir rango de ciencia, es apelando a tres factores explicativos: por un lado, la carencia definitiva de un concepto cabal y real del ser humano como una especie diferenciada; por otro lado, una noción equivocada del conocimiento científico como aquel se obtiene sin interferencia humana y gracias al método, y por último, la confianza excesiva en un método de investigación de la realidad que, al ser seguido rigurosamente, nos debía ofrecer la verdad. Resulta obvio que equiparar al hombre con los demás animales es incompatible con un conocimiento válido de la realidad, pues esta misma realidad nos informa que el hombre es un ser esencialmente diferente. Sin embargo, había algo que impedía tan elemental comprobación y que solo puede entenderse como producto de una ceguera cultural, debida a una forma específica de razonamiento, generada bajo un esquema de racionalidad que nos lleva a la convicción de que la realidad es tan solo exterior, y que seguir un método fundado en la objetividad para descubrirla es el único camino válido. Esto conduce a privilegiar el método experimental, sumidos en el empirismo como modelo. Pero de nada sirve atenerse a un método científico si anteponemos dicho método a la comprensión de la realidad. Es decir, la posesión del método determina la visión de la realidad. De este modo, la realidad se limita a los alcances del método. Lo que no puede ser abordado por el método no cabe en el campo de la ciencia, se le atribuye a la fantasía popular o simplemente es indigno de la ciencia. Así resulta que el científico le impone condiciones a la realidad para ser estudiada. Como consecuencia, la realidad es todo aquello que rodea al hombre, mas no lo que ocurre en él como experiencia, ya que en él no puede ocurrir nada más que la impresión de una realidad objetiva que lo afecta con estímulos. Todos los determinantes de la conducta están fuera del hombre, y los refuerzos también. Tenían que estarlo o no eran observables, y ser científico era ocuparse de cosas observadas objetivamente, así que todos los fenómenos cognitivos, conativos y emotivos, simplemente desaparecieron del campo de esta ciencia psicológica que se redujo a una ciencia natural objetiva y empírica de alcances limitados.

Metodologismo empirista

Más tarde, cuando el metodologismo empirista fue confrontado epistemológicamente, se deshizo como una telaraña, pues resulta perfectamente factible acogerse a un marco teórico equivocado para producir hipótesis y experimentos cuyos resultados, analizados al amparo de la teoría generadora, puede llevar a conclusiones lógicas que nos hacen creer que la hipótesis es válida. Y esto ocurre a menudo con los constructos psicológicos más usados. Por ejemplo, si partimos de la convicción de que existe algo llamado «personalidad» o «inteligencia», tanto las hipótesis como los experimentos se originarán en esta misma serie de supuestos teóricos que hacen posible que ellos trabajen mutuamente, negándose o confirmándose, y dejándonos con la creencia de que estamos trabajando en dicha «realidad». Lógicamente, no se pueden concebir hipótesis ni experimentos que estén fuera de nuestro propio marco teórico de referencia. Es decir, estamos encerrados en nuestro mismo error de perspectiva, aunque seamos todo lo empíricos que sea posible ser. A esto se refería Vygotsky cuando advirtió que primero hay que resolver las cuestiones en un plano filosófico y teórico antes de proceder a explicar hechos concretos. También Popper explicaría más tarde los defectos del empirismo y del objetivismo dejado atrás cuatro siglos de predominio del empirismo. Además, hay que tener presente que siempre actuamos afectados por algún tipo de ceguera cultural provocada por nuestras visiones del mundo, vinculada a nuestro momento histórico, de modo, pues, que el empirismo por sí solo no es garantía de conocimiento válido si antes no se han resuelto los condicionantes del conocimiento.

De otro lado, es preciso entender que el conocimiento fundado en el establecimiento de causas llega a ser bastante sólido y seguro en los escenarios más elementales de la realidad, donde el método científico es muy eficaz, pero esta posibilidad tiende a hacerse más difusa a medida que ascendemos en la escala de complejidad de la realidad. La materia pasa por distintos niveles de complejidad en virtud de su propiedad para establecer enlaces y configurar nuevas formas cada vez más complejas, creando niveles diferenciados donde las formas materiales adquieren nuevas propiedades y se producen fenómenos exclusivos de su nivel de complejidad. Es así como se llega al ser humano y al cerebro humano, un modelo de estructura y organización de la materia que significa la emergencia de novedosas propiedades que son exclusivas de su nivel de complejidad y que no pueden ser explicados desde concepciones formadas en niveles inferiores. Por otro lado, la ciencia como modelo cognoscitivo se basa en una estrategia que va en camino inverso, es decir, va partiendo la materia para llegar a sus fundamentos finales, conocer sus leyes básicas y tratar de explicar con ellas todos los niveles de la realidad. Esta estrategia ha tenido sus limitaciones en el campo de los seres vivos a medida que se sube en la escala de complejidad, pues en cada nivel existen fenómenos propios del nivel que son inexplicables con los principios descubiertos en los niveles inferiores, pues los fenómenos sólo existen en su nivel de complejidad y son irreductibles. Por ejemplo, el equilibrio animal no puede ser explicado por la física o la química fisiológica. Mucho menos podrá serlo la inteligencia. Cuando se llega al nivel del ser humano, su cerebro y sus propiedades, el método natural de interrogación de la realidad es insuficiente, ya no puede ser usado con la misma eficacia de los niveles elementales. Es imposible entender el cerebro y sus propiedades observando una neurona y separando las sustancias presentes en su actividad fisiológica. Esta estrategia cognoscitiva fue establecida por una ciencia mecánica y determinista que asumía los principios generales desarmando las piezas y estableciendo sus relaciones causales. Por estas mismas razones, el empleo del enfoque naturalista no le ha proporcionado mayor consistencia a la psicología sino mayores limitaciones, ya que ni siquiera se ha atendido a las peculiaridades del hombre como organismo complejo de tipo cognitivo, ya que esa es su diferenciación fundamental. No en vano han transcurrido millones de años de evolución para generar un cerebro tremendamente eficiente y exclusivo del hombre. Por otro lado, tampoco podemos fundar todo nuestro saber en experimentos, ya que no siempre esto es factible. No podemos, por ejemplo, elegir un bebe y privarlo de información cultural para descubrir las consecuencias. No podemos abandonar a una pareja de amigos en una isla desierta con limitados recursos para saber si sus vínculos se reforzarán o se diluirán. La investigación de fenómenos humanos como el mobbing o acoso laboral y otros, no permiten manipulaciones. Son realidades que requieren distintos enfoques. El mismo fenómeno del aprendizaje no puede ser estudiado exclusivamente desde un enfoque naturalista, como lo han demostrado Piaget, Bruner y Vygotski, cuyos estudios han remarcado la importancia de los escenarios culturales.

La psicología como ciencia

En el momento histórico en que se concibió a la psicología como ciencia, predominaba la idea de que el conocimiento del hombre solo podía obtenerse mediante una observación exterior rigurosa y objetiva, y que el hombre carecía de cualquier naturaleza especial. Estas creencias llegaron a calar con tal fuerza que le haría decir a Watson algo tan insulso como esto:

«Denme una docena de infantes sanos, bien formados, y un mundo especial para criarlos. Les garantizo que tomaré a uno de ellos por azar y lo entrenaré para que se convierta en el tipo de especialista que yo elija: médico, abogado, artista, comerciante y, claro, hasta limosnero y ladrón, sin que importen sus cualidades ni sus inclinaciones, como tampoco sus tendencias, sus capacidades, su vocación ni la raza de sus antepasados».

Watson, 1924

En suma, la psicología pagó un precio muy alto para convertirse en ciencia, ya que le significó la pérdida de su objeto inicial de estudio y el cambio de su perspectiva histórica. Puede decirse que el hombre fue sacrificado en aras del método. Pero también lo fue la psicología, pues luego de estar por muchos siglos al nivel de la filosofía pasó a ser una técnica rudimentaria de registro y comprobación, bajo la creencia de que la «verdad» estaba en los datos que se recogían como manzanas desde una realidad objetiva exterior; y que, gracias al empleo de técnicas estadísticas, nos revelarán si hay o no causalidad y ley. El enfoque naturalista, fundado en la verdad del hecho, confundió el hecho natural con el hecho social humano. Si bien un hecho natural puede verse como una verdad en sí misma, ¿cómo podemos asumir que una conducta humana es una verdad? Hay una diferencia fundamental entre ambos hechos. Todos sabemos que no se puede confiar enteramente en la conducta humana. Y es que hay una diferencia fundamental en la conducta que la diferencia de cualquier hecho natural y es su intención. Comprender esto debería bastar para dejar de lado el enfoque naturalista, objetivista y mecánico del conductismo.

Si bien, a la luz de un análisis histórico, resultaba inevitable que la psicología abrazara el método científico naturalista como modelo, en general, este método resultó un aporte muy pobre para la construcción de conocimientos psicológicos. Su valor puede fundarse en el hecho de que resultó decisivo para escapar del idealismo y el espiritualismo heredados de la psicología escolástica. Pero, en cambio, su aporte fue nefasto en el hecho de cambiar el objeto de la psicología hacia la mera conducta observable, abandonando todos los aspectos cognitivos, conativos, emotivos y culturales, lo cual generó la gran crisis de la psicología del siglo XX. A la larga, todos estos aspectos humanos tuvieron que ser recuperados por la psicología y restablecido su real objeto de estudio en los procesos cognitivos, antes que en cualquier otra cosa. Las razones de que una forma de psicología se impusiera en determinado período de la historia, hay que buscarlas en las circunstancias que rodearon tal hecho. Existían otros enfoques que no tuvieron la misma suerte por esas mismas circunstancias históricas. La perspectiva que se presentaba como alternativa fue la que se emprendió con los trabajos de la Psicología de la Gestalt, iniciados en Alemania con Max Wertheimer (1880-1943), Wolfgang Köhler (1887 – 1967) y Kurt Koffka (1887-1941), quienes desarrollaron el programa de investigación de la Gestalt a principios de la década de 1910, pero que lamentablemente se vio interrumpido por la aventura bélica en la que Alemania se involucró. Los tres propulsores de esta psicología tuvieron que emigrar y murieron fuera de Alemania, los dos primeros en EEUU y el último en Inglaterra. La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por las dos guerras mundiales que devastaron Europa y trastocaron toda su actividad científica y cultural, dejando a los EEUU en el predominio exclusivo en estos campos.

Metodologismo naturalista en la psicología

Lo deseable sería establecer cuáles fueron los aportes positivos del naturalismo a la psicología como ciencia, pero también señalar cuáles fueron sus limitaciones y peligros. Creemos que dicho modelo no proporciona ni los métodos ni los enfoques necesarios para llegar a la comprensión y explicación cabal de los fenómenos humanos. Por lo tanto, intentamos definir el escenario en el que los métodos naturalistas constituyen un aliado esencial, pero también señalar los campos en el que se precisan mayores enfoques, y además las desviaciones que se producen al no intentar abrir nuevas perspectivas cognoscitivas y enfrascarse en un modelo agotado.

Por ejemplo, gran parte de la psicología quedó hasta hoy dedicada a la tarea casi exclusiva de buscar y probar sus hallazgos mediante el empleo del método científico natural, de tipo cuantitativo estadístico-inferencial. Muchas revistas de psicología se consagran hoy a las «investigaciones empíricas» basadas en análisis estadísticos de datos no extraídos sino fabricados con algún tipo de instrumento curioso, cuya validez se sustenta también estadísticamente, pero cuyos fundamentos ónticos son dudosos y sus referentes culturales, descuidados. Se trata de un despliegue de técnica aplicada en un microcosmos concreto donde se supone que se evalúan exclusivamente ciertas variables humanas misteriosamente aisladas, con el fin de hallar una causalidad lineal determinada por la fórmula. Semejante contexto de investigación produjo a larga una gran cantidad de estudios insulsos, de muy dudosa factura y nula utilidad, que motivaron diversas reacciones negativas, al punto en que la APA se vio obligada a conformar una comisión especial encargada de revisar esta situación en 1996 (Task Force on Statistical Inference). El informe final salió a la luz en 1999 y, aunque no llegó a prohibir el empleo de tales metodologías estadísticas -como muchos críticos esperaban-, ofreció una serie de recomendaciones puntuales en las formas y enfoques de llevarlas a cabo. Entre sus recomendaciones finales puede leerse: «Good theories and intelligent interpretation advance a discipline more than rigid methodological orthodoxy (…) Statistical methods should guide and discipline our thinking but should not determine it».

Estamos ante la consecuencia de unas creencias culturales que se sustentan tan solo por su valor pragmático antes que por fundamentos lógicos. Aun cuando los pequeños hallazgos concretos obtenidos mediante el método naturalista fueran ciertos, su contribución en la comprensión final del hombre como un todo integral es prácticamente nulo. Ya no digamos del hombre integral, sino de apenas alguna función cognitiva completa. Al respecto decía Sartre (1939) “es como seguir colocando cifras a la derecha de 0.99 sabiendo que nunca llegaremos a la unidad”. Aunque asumir una cifra como 0.99 es ya bastante optimista en este panorama. Hace falta, pues, hallar un método que complemente estos pequeños y aislados hallazgos, y permita ubicarlos en el panorama de un todo. Nada resulta más estéril y paralizante que la comodidad de un método estandarizado y universal en el cual se deposita una confianza tal que llega a confundirse con la fe. Se requiere un método que no le niegue al hombre su papel de creador de teorías explicativas, ni postergue al desuso el empleo de sus funciones cognitivas analíticas de la realidad directa. Konrad Lorenz (1959) se quejaba de que “se le concede legitimidad científica a la percepción cuando está al servicio de la lectura de un instrumento de medición, pero se le niega cuando se la emplea para observar directamente un proceso natural”. En efecto, el instrumentalismo y el metodologismo prácticamente dejaron de lado el potencial reflexivo y analítico del ser humano, impidiéndole participar en el estudio directo del fenómeno. Le quitaron autoridad epistémica al hombre y se la concedieron al método y a los instrumentos de medición. El hombre quedó reducido a mero acompañante de los instrumentos y ejecutor del método.

Los defectos patentes del metodologismo naturalista en la psicología pueden resumirse así:

  • Tenemos un método científico que es el único camino para llegar a la verdad que sólo la ciencia puede ofrecer. En consecuencia, todo aquello que no se preste a ser estudiado por tal método quedará fuera del escenario de la psicología científica.
  • En tanto que la psicología como ciencia consiste en predecir y controlar la conducta, todo aquello que no se preste a esta posibilidad y enfoque, no será admitido como problema de la psicología, pasando al campo de la metafísica, la mera fantasía popular o del lenguaje cotidiano y ordinario.
  • En tanto que para predecir y controlar es preciso conocer las leyes que gobiernan la conducta, debemos partir del principio fundamental de que todo el accionar humano está gobernado por leyes, que tales leyes están en la naturaleza y que, por lo tanto, son leyes físicas que se pueden observar.
  • Como corolario final de estos principios, no se admitirá ninguna posibilidad de autonomía a los organismos, ya que ello amenaza y contradice a la ciencia tal como esta ha sido establecida.

Bajo estos principios, el hombre perdió todos sus atributos evolutivos ganados en los últimos cinco millones de años. Se quedó sin pensamiento, conciencia, memoria, voluntad, intención, etc. Skinner negó hasta el final de sus días que el hombre pudiera tener voluntad y libre albedrío por una razón muy simple: si queremos hacer de la psicología una ciencia, tenemos que adoptar el postulado fundamental de que el hombre sigue leyes y que su conducta está completamente determinada (Skinner, 1947). Como se ve, Skinner fue más consecuente con su enfoque científico que con la realidad humana. Sin embargo, como lo ha mostrado Emilio Ribes (1982) en su exhaustiva investigación crítica del conductismo, algunos conductistas sí consideraban en sus experimentos algunas “variables intervinientes” como el impulso o el hábito.

Actualmente, no es extraño encontrar referencias a aspectos internos desde un enfoque conductista. Se ha pasado del debate acerca del tratamiento de los eventos internos al manejo de ellos, aunque conservando siempre la fidelidad a sus principios mecánicos.

“Dado que el mismo organismo es una fuente de estímulos que controlan el propio comportamiento, no sería necesario plantear variables explicativas de naturaleza interna (memoria u otras) sino que bastaría extender el ámbito del “control de estímulos” del ambiente al individuo, lo cual ofrece como resultado un espectro de diversos propios del mismo: su apariencia, su conducta y sus sensaciones fisiológicas, principalmente. Así, el tradicional campo (para los analistas de la conducta) del control de estímulos tiene una intersección con el tradicional campo (para los psicólogos y otros científicos del comportamiento) de la autoconsciencia en la ‘autodiscriminación’; de hecho la autoconsciencia podría ser la forma más sofisticada de control de estímulos, algo así como ‘el control de estímulos detrás del espejo’. En este sentido, la capacidad de autoconsciencia podría definirse como una ‘extensión del control de estímulos en la cual el discriminativo es algún aspecto del mismo individuo que se comporta’ (Dymond y Barnes, 1997; Benjumea y Pérez-Acosta, 2000)”.

Pérez, Benjumea y Navarro, 2002

Como se puede apreciar, los esfuerzos modernos del conductismo están depositados en mantener en pie el edificio conceptual y el método, antes que en cambiar de enfoque y abarcar esas nuevas realidades desde sus mismos escenarios complejos. Skinner también alcanzó a comprender que un enfoque basado en el estudio de dos o tres variables era inapropiado para explicar la conducta humana. Lo era para estudiar parcialmente a sus ratas y palomas, pero no para el ser humano. Al final tuvo que reconocer la complejidad del hombre, aunque nunca dejó de verlo como máquina.

“Analizar la conducta en términos mecánicos no hace del hombre una máquina. Las teorías tempranas de la conducta (…) representaban al hombre como un autómata, cercano a la noción de máquina del siglo XIX, pero se ha progresado. El hombre es una máquina en el sentido de que es un sistema complejo que se comporta en función de leyes, pero la complejidad es extraordinaria”.

Skinner, 1971

Sin embargo, Skinner nunca llegó a variar su teoría de modo que fuera factible incorporar docenas de variables interdependientes en el análisis operativo de la conducta. Precisamente estos extremos son los que nos llevan a la conclusión de que este enfoque es muy limitado y hace falta hallar otros enfoques. El mismo conductismo está ocupado actualmente en esta tarea, pero lo único que se observa es una complicación inmanejable del modelo.

El papel del Psicoanálisis

Volviendo al análisis del cambio conceptual de la psicología en los inicios del siglo XX, que es lo que deseamos comprender, debemos mencionar también al psicoanálisis como una nueva versión de psicología que surgió en esta misma época. En esta ocasión el fundamento explicativo pasó al inconsciente y a los hechos patológicos. Su centramiento en el campo de la patología lo convirtió muy pronto en el enfoque preferido por los psiquiatras. Aunque Freud (1905) no se equivocó al ubicar el escenario de estudio en los procesos mentales, no contaba con el auxilio de otras ciencias para hallar sus explicaciones y recurrió a la mitología. Creó un mundo paralelo en el que diferentes fuerzas psíquicas se disputaban el control del hombre. El sexo alcanzó una relevancia inusitada en la explicación de la conducta humana sin percatarse de que esta idea se originaba en el estudio de sujetos precisamente perturbados, en los que tales funciones se hallaban alteradas. La repercusión que el psicoanálisis tuvo en el ámbito de la psiquiatría y la patología determinó que muchas de sus concepciones fueran consagradas por los psiquiatras norteamericanos, aun antes de contar con fundamentos científicos sólidos. De este modo, por ejemplo, se consagró el concepto de “transtorno de personalidad” como si se tratara de un verdadero órgano del hombre con estructura y dinámica propia, capaz de enfermarse y sanar. Como expresión cultural, el psicoanálisis nos dejó un legado de novedosos términos y formas interpretativas del fenómeno humano que contribuyeron a la dispersión y confusión de la psicología. Por ejemplo, la “psicología de la personalidad” no ha hecho más que añadir al viejo problema cerebro-mente el novedoso problema cuerpo-personalidad. Problema que sin embargo, parece ajeno al interés de la “psicología científica” cuyo criterio de cientificidad es únicamente alejarse de la filosofía para acercarse a las matemáticas y las estadísticas. Afortunadamente para la psicología, el psicoanálisis pronto adquirió la forma de una secta automarginada, a la que había que acceder con una membresía que exigía la comunión con todo ese mundo mítico especialmente fabricado para hacer factible el sistema de creencias con que se pretendía explicar todos los fenómenos humanos, estableciendo un metalenguaje que fue volviéndose cada vez más abstruso.

Luego del gran impacto inicial del psicoanálisis al inicio del siglo, esta versión psicológica empezó a descomponerse rápidamente entre sus seguidores, quienes inventaron su propia versión personal, confirmando que se trataba de una ideología adaptable más que de una ciencia sólida. Luego, y a falta de mejores opciones, la “ciencia de la conducta” pasó a ser considerada en los círculos académicos de EEUU como la verdadera y única expresión de una psicología científica, al mejor estilo de una ciencia natural. Los efectos indirectos de las dos guerras mundiales dejaron a EEUU como el único productor de ciencia y la única industria editorial del mundo occidental. Por otro lado, la rivalidad ideológica surgida con la URSS, que erigió una “cortina de hierro” entre los dos mundos, impidió el contacto con su psicología. De tal forma que el conductismo se alzó como la psicología predominante por al menos tres décadas.

El triunfo del conductismo

El triunfo del conductismo en América significó arrojar al tacho la psyché de los griegos y “todos esos molestos problemas filosóficos”, a decir de Skinner. Pocos científicos alguna vez llegaron a ser tan radicales como Skinner y Watson. Se llegó a negar toda posibilidad de una existencia interna en el hombre. Era innecesario recurrir al concepto de conciencia para explicar la conducta de los organismos, y ni siquiera hacía falta ir a la biología (Weiten, 2007). No cabe duda alguna de que Skinner es un personaje capital de la psicología, más allá de toda consideración acerca de sus posturas teóricas. Su importancia es tal que vale la pena ocuparnos brevemente de él para lograr un acercamiento real, alejándonos de las imágenes míticas con que ha sido recubierto. Lo cierto es que tuvo un gran impacto en la sociedad norteamericana, básicamente por sus controversiales afirmaciones sobre la conducta humana, además de haber escrito una novela que despertó la curiosidad del público. Esto lo llevó a la carátula del Time, edición del lunes 20 de setiembre de 1971, bajo el elocuente título Behavior: Skinner’s Utopia: Panacea or Path to Hell? En esta edición se comentan largamente sus inquietantes ideas:

“Underlying the method is the Skinnerian conviction that behavior is determined not from within but from without. “Unable to understand how or why the person we see behaves as he does, we attribute his behavior to a person inside,” Skinner explains. Mistakenly, we believe that man “initiates, originates and creates, and in doing so he remains, as he was for the Greeks, divine. We say that he is autonomous.” But Skinner insists that autonomy is a myth, and that belief in an “inner man” is a superstition that originated, like belief in God, in man’s inability to understand his world. With the rise of behavioral science, understanding has grown, and man no longer needs such fictions as “something going on inside the individual, states of mind, feelings, purposes, expectancies and all of that.” The fact is, Skinner insists, that actions are determined by the environment; behavior “is shaped and maintained by its consequences”.

Time, 09/20/1971

Basados en la abundante información de varias páginas que esta edición de Time le dedica a Skinner, a través de una extensa entrevista, una amplia investigación de su trabajo y una recopilación de opiniones de diversos especialistas, entre ellos Albert Bandura, podemos hacer un buen acercamiento a este personaje. Skinner se hizo muy famoso como un hábil constructor de curiosos artefactos en los que sus animales realizaban diversas operaciones. Uno de los más conocidos fue la “caja de Skinner”, en la que unas ratas debían hacer ciertas tareas para alimentarse. Otra curiosidad fue amaestrar palomas para que jugaran ping pong. Incluso llegó a fabricar un mecanismo curioso mediante el cual unas palomas podían regular una mira y disparar un misil. Dice Skinner que el Ejército no lo usó porque no lo tomaron en serio, pero la revista TIME comenta que el artefacto era tan complicado, grande y pesado, que apenas podría llevar un poco de explosivos. Su primer libro, La conducta de los organismos, (1938) pasó desapercibido para el mundo académico. Al respecto, Skinner comenta con humor: “Aunque la gente no me reforzó, sí lo hicieron mis ratones”. Su primer reconocimiento público ocurrió en 1945 cuando la revista femenina Ladies’s Home Journal publicó un artículo acerca de otra de sus curiosidades llamada “la cuna de aire”. Para entonces había terminado de escribir su segundo libro pero no encontró quien lo publique hasta 1948. Se llamaba Walden dos y abordaba la posibilidad de una sociedad controlada científicamente, lo que le significó muchísimos críticos, no a su trabajo de laboratorio, el cual era visto con suma curiosidad, sino a lo que significaba su filosofía y ciencia como perspectiva humana, especialmente en una sociedad que valora en mucho la autodeterminación, la libertad y el libre albedrío. Asegura la revista que Skinner nunca ha respondido a sus críticos, pese a la gran cantidad y el alto prestigio de estos; generalmente los malinterpreta, o los tilda de neuróticos y hasta de psicóticos. “Se ha mostrado como alguien que está más allá de toda crítica”, dice, citando comentarios de su familia y describiendo sus modos de vida familiar. Antes de finalizar, la revista hace un comentario sobre la duda latente que deja Skinner:

“The ultimate logical dilemma in Skinner’s thinking is this: What are the sources of the standards of good and evil in his ideal society? Indeed, who decides even what constitutes pleasure or pain, reward or punishment, when man and his environment can be limitlessly manipulated? Skinner himself believes in Judeo-Christian ethics combined with the scientific tradition. But he fails to answer how it is possible to accept those ethics without also accepting something like the “inner person” with an autonomous conscience”.

Time, 09/20/1971

Aunque Skinner estaba convencido de que su “ciencia de la conducta” estaba a la altura de la teoría darwiniana, y pese a que esta expresión de psicología hizo lo posible por vestirse con los ropajes científicos típicos (objetividad, empirismo, registro cuantitativo minucioso, etc.), nunca llegó a ser completamente admitida como una ciencia sólida, capaz de explicar lo que intentaba explicar. Había “algo” que dejaba afuera. Luego resultaría que ese algo no era ni trivial ni pequeño. A causa de esto, poco antes de morir, Skinner se lamentaba amargamente de la postergación que había sufrido su teoría:

“Por ello es difícil entender por qué el condicionamiento operante no ha atraído una mayor atención… El análisis del comportamiento es la más reciente de las tres ciencias (la teoría de la selección natural, la evolución de las especies y el análisis del comportamiento) pero la inmadurez no explica por qué ha sido desdeñada tan a menudo. Una explicación mejor podría ser que su campo había sido ocupado durante mucho tiempo por esa extraordinariamente intrigante teoría de una mente o de un sí mismo de origen interno”.

Skinner, 1989

Esta “psicología animal” llegó también a extremos paroxísticos. En el Congreso de la APA de 1957 Lee J. Cronbach se quejaba de la situación comparándola con un circo. “Nos hemos pasado los primeros tres días viendo los nuevos trucos que han aprendido los animales”. Y se preguntaba, con razón, si eso era psicología.

“No man can be acquainted with all of psychology today, as our convention program proves. The scene resembles that of a circus, but a circus grander and more bustling than any Barnum ever envisioned — a veritable week-long diet of excitement and pink lemonade. Three days of smartly paced performance are required just to display the new tricks the animal trainers have taught their charges… This 18-ring display of energies and talents gives plentiful evidence that psychology is going places. But whither?”.

Lee J. Cronbach, 1957

El conductismo interconductual de Kantor

Curiosamente, la estrella de Skinner se apagó a tal punto que hasta los mismos conductistas lo cambiaron finalmente por Kantor, pese a ser muy anterior a Skinner. Sin embargo, el conductismo interconductual de Kantor fue presentado como un “progreso” del conductismo. La ventaja que presenta el modelo de Kantor es que incorpora variables de la historia del individuo y del entorno que se concibe como cultura. De todos modos se trata de un modelo basado en el mismo enfoque naturalista de principios de siglo XX, redescubierto a fines de los 70. Para estas alturas, un avance real del conductismo hubiera significado incorporar un enfoque más actual, como por ejemplo, la epistemología de la acción humana de Ludwing Von Mises, o algo por el estilo. Así que, finalmente, no es posible afirmar si el cambio de referente fue un avance o un retroceso del conductismo.

Una adecuada interpretación de la historia de la psicología podría llevarnos a concluir que la aparición del pensamiento científico, con su confianza excesiva en el método de las ciencias naturales y con su perspectiva objetiva y empírica, condujo al rechazo inmediato del viejo idealismo fundado en el mentalismo y el espiritualismo. Pero esta actitud llevó a algunos al fundamentalismo y a la negación de toda forma de lo “mental”. En este forcejeo ha habido más confusión que claridad a pesar de que distinguidos personajes intervinieron en el debate con argumentos muy interesantes que, sin embargo, no abordaban la totalidad del problema. El resultado final y lamentable para la psicología fue que una parte de ella arrojó al bebé junto con el agua sucia, es decir, negar todo equivalía incluso a negar el propio pensamiento por el cual se nos hace posible concebir algo, evaluarlo y tomar la decisión de negarlo. Esa facultad cognitiva, al no ser un hecho observable fue negada y el hombre se quedó sin mente, con todo lo que ello significaba.

El antimentalismo surgido desde el naturalismo nunca pudo asumir una forma unificada en sus argumentaciones, tanto para rechazar como para sustituir las explicaciones. No bastaba negar eso sino explicar lo que eso, cualquier cosa que fuera o que no fuera, explicaba a su modo. La mayoría solo se limitó a negar la existencia de lo mental y dejaba sin explicación una serie de fenómenos que son evidentes y comprobables para cualquier ser humano, como los diversos estados del ser de los que podemos ser conscientes, nuestra capacidad para planificar una acción, para crear, etc. Entre las endebles posiciones antimentalistas podemos evaluar la de Kantor, quien luego de rechazar lo mental, admitía, sin embargo, conceptos tan fatuos y vagos como inteligencia y personalidad, de los cuales, curiosamente se esforzaba por dar alguna explicación:

“Intelligence is really a name or a scientific category which denotes certain specific forms of definite reactions. Thus, an intelligent act or intelligent behavior is comparatively a more effective adjustment response than are other sorts. Justifiable then appears the view of some psychologists who consider volitional, voluntary, and even habit acts to be intelligent, while reflexes and original instincts are not. In such a view, the fact of performing an act conditioned and perhaps improved by past experience constitutes an important factor in intelligence”.

J. R. Kantor, 1920

Más curioso aun es que para explicar la personalidad, Kantor recurre al mentalismo, aunque se cubre con la advertencia de que lo hace sólo para que la explicación sea más entendible.

“Both the actual behaviors and the dispositions may be further divided into predominately behavioristic or mentalistic factors. This analysis is proposed with a clear view as to its artificiality, but is undertaken in the interest of an understanding of the phenomena to be studied. The predominantly behavioristic behaviors, which are immediate-response acts, are analyzable into the series of reflexes, habits, and instincts. Between these acts and those which are predominantly mental there are such behaviors as emotions and voluntary acts, which, properly speaking, are on the border-line. The outstanding primarily mental acts are of course the perceptions, memories, and thought”.

Kantor, 1919

De este modo, Kantor convierte la mente en “disposiciones” que finalmente atribuye a tres tipos de factores: muscular, glandular y neural. Al final el hombre quedó reducido, una vez más, a un cuerpo sin mente, casi sin cerebro, y a un simple organismo respondiente:

“The predominantly behavioristic dispositions include three types: namely, the muscular, glandular, and neural, which are capacities latent in the glandular, muscular and neural structures. These dispositions constitute the more permanent equipment of bodily functions necessary for adjustments to external conditions, and require only some definite stimulus-object to cause them to participate in a response act”.

Kantor, 1919

No era necesario adoptar posturas fundamentalistas para negar la existencia de todos los fenómenos atribuidos a lo “mental” sino procurar una mejor explicación de ellos, tal como lo hizo, en cambio, Vygotski:

“En algún lugar, en un determinado nivel de desarrollo de los animales, se produjo un cambio cualitativo en el perfeccionamiento de los procesos cerebrales, que, por un lado, había sido preparado por toda la marcha precedente del desarrollo y, por otro, constituía un salto en su curso, ya que representaba la aparición de una nueva cualidad, que no podía ser reducida mecánicamente a fenómenos más simples”.

Vygotski, 1930

Conclusiones

En conclusión, la psicología salió bastante perjudicada por estas posiciones antimentalistas que redujeron al hombre a organismos respondientes sin cerebro ni autonomía, capaces de ser explicados exclusivamente desde la perspectiva externa del naturalismo, lo que provocó el rechazo de muchos, la formación del humanismo y la gran crisis de la psicología occidental. Contrariamente a esto, la psicología rusa, edificada desde la perspectiva del materialismo dialéctico, nunca llegó a negar la mente y nunca tuvo problemas de identidad, ni rupturas ni crisis; por eso el tratado de Principios de Psicología General de S. L. Rubinstein describe así el campo de la psicología:

“El grupo de fenómenos específicos que son investigados por la psicología puede distinguirse clara y exactamente de otros fenómenos: son nuestras percepciones, pensamientos, sentimientos, nuestras aspiraciones, intenciones, deseos, etc., es decir, todo lo que forma el contenido interno de nuestra vida y lo que, poco más o menos, nos es dado como experiencia” (Rubinstein, 1967).

Desde mediados del siglo XX, con la aparición de la informática y la cibernética, así como con los avances logrados en todas las ciencias del hombre, se produjo una transformación de nuestras visiones del mundo, lo que nos permitió cambiar nuestras nociones, gracias a los intensos debates en la filosofía de la ciencia. Simultáneamente, fueron aparecieron teorías científicas que abordaban la conciencia desde perspectivas muy variadas, como las neurociencias (Edelman, G. 1989; Calvin, W. 1996; Eccles, 1986), filosofía de las ciencias (Chalmers, 1996, Searle, J 1997; Nagel, T., 1974, 1998; Dennett, 1996) psicología (Combs, A., 1996; Baars, B. 1997) y física cuántica (Penrose, 1994; Lockwood, M., 1989) y otras perspectivas difíciles de clasificar como la de Putnam, H. (1975), Penfield, W. (1976) y otros. En suma, la conciencia, lejos de desaparecer como lo auguraban muchos a principios del siglo XX, ha recuperado un sitial preponderante como objeto de estudio de numerosas disciplinas, al punto en que se anuncia que, si el siglo XX fue “el siglo de la genética”, este será “el siglo de la mente”.

Un experimento sencillo puede dar cuenta de las nuevas visiones del mundo que hoy se manejan. La introducción de la palabra consciousness en la búsqueda de Google Libros proporciona más de 300,000 resultados, mientras que la introducción de la palabra behaviorism produce apenas 9,000 resultados. El mismo experimento en Amazon Books nos ofrece 14,000 resultados para behaviorism, 20,000 para behavior modification y 410,000 para consciousness. En la versión simple de Google, la clave “conductismo” arroja 130,000 resultados, mientras que la clave “cognitivo” nos da 2,250,000 resultados. Esto puede ser un indicativo de la orientación que hoy tiene la psicología y la ciencia.

Resulta imposible desligar la construcción del conocimiento -y de los objetos de estudio- del escenario histórico cultural en donde se desarrollan, pues es allí donde se hallan las concepciones del conocimiento, la construcción de los objetos de estudio, la valoración de los problemas dignos de ser estudiados, y sobre todo las posibilidades de análisis, alcanzadas en virtud de la herencia cultural recibida, la que nos ofrece opciones renovadas para una reconfiguración cognoscitiva y un cambio permanente de perspectivas. Hoy la psicología, después de más de un siglo de brega en la construcción de su saber, tiene diferente panorama. Creemos que la convicción actual de que se trata de un escenario necesariamente multidisciplinario es la más apropiada. La psicología no es, en absoluto, una biología, como lo plantea Ardila (2007). Las nuevas concepciones llevan a la psicología a reformular su escenario de estudio como el campo aquel en el que surge el hombre como organismo totalmente diferenciado y complejo, con sus cualidades cognitivas exclusivas y sus capacidades de acción en un ambiente estrictamente cultural. Todo esto lleva a la psicología muy lejos de las concepciones de una ciencia típicamente naturalista. En este sentido, el futuro de la psicología ya no depende de un sólo enfoque monoconceptual ni mucho menos naturalista, sino de cuando menos tres enfoques básicos e íntimamente complementarios: el biológico-natural, el socio-cultural y el filosófico-mental.

Referencias

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Citar:

Bobadilla, L. D. (2010, 10 de febrero). Un estudio de los cambios conceptuales en la psicologí­a. Revista PsicologiaCientifica.com, 12(4). Disponible en:
https://psicologiacientifica.com/cambios-conceptuales-en-psicologia

5 comentarios en «Evolución de la Psicología: Cambios conceptuales y perspectivas futuras»

  1. Atrae mucho mi atención los estudios que hizo Skinner con perros y palomas porque todo lo que él pudo observar y aprender dio definición a la Psicología como la «Ciencia de la Conducta».
    Si bien es cierto que la psicología ha dado muchos cambios durante la historia, pero a mi parecer todo ha sido para mejora, ya que en la actualidad la psicología tiene en cuenta el estudio mental y de la conducta de acuerdo al entorno del ser humano.

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  2. Bueno, la lectura nos dice que la psicología como ciencia ha sufrido mucho, esperemos que en el futuro no pase esto. Una cosa es segura, la psicología como ciencia puede variar sus conceptos, pero el hombre nunca dejará de ser estudiado por el hombre.

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  3. El profesor Bobadilla Ramírez, con didáctica, resume e hilvana muy bien muchos conceptos que suelen pensarse en forma individual y que, en conjunto, adquieren solidez. La psicología es quizás la disciplina que más ha sufrido la marginación del conocimiento aceptado como válido por la comunidad científica dominante. Es acertado decir que el triunfo de la física y la química y el impacto darwiniano fortalecen el modelo cognoscitivo propio de las ciencias naturales. Son fenómenos sociales que escapan a las razones individuales. En el caso particular de la psicología influyen en su aislamiento las dificultades en encontrar un marco teórico adecuado que admita la explicación de los fenómenos que le atañen, no en forma aislada sino, como parte de un todo, es decir, entender la psiquis en un modelo universal. En esto Vigotsky se expide con meridiana claridad: «Estamos ante una cuestión filosófica que es preciso resolver teóricamente antes de que podamos ocuparnos de explicar hechos concretos»

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  4. Indudablemente, la concepción conductista de Watson y Skinner influyeron en la aparición de escuelas con un enfoque más «mentalista», sin desprestigiar este concepto. Estoy plenamente de acuerdo que el enfoque de los temas u objetos de la psicología se deben abordar desde una perspectiva integral.

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